La costa de Alicante es el destino turístico más completo del litoral valenciano. Además de disfrutar de un clima excelente durante todo el año, el visitante notará sólo las suaves brisas que, gracias a la protección de las montañas que rodean la costa, peinan las playas alicantinas. De arena blanca y aguas transparentes, éstas son ideales para el descanso, el baño y la diversión. No en vano, muchas poseen la bandera azul de calidad. Además, la gran y moderna infraestructura de servicios atenderá todas las necesidades del turista, que sólo deberá preocuparse por pasárselo bien.

Los íberos y, más tarde, cartagineses, fenicios y romanos crearon pequeños núcleos donde fundaron fábricas de salazones de pescado y puertos comerciales para trasladar estas manufacturas y otras hasta las metrópolis. Los musulmanes aportaron una agricultura moderna y productiva, además de un intenso legado cultural. Con la llegada del Rey Jaime I al mando de las tropas catalano-aragonesas, la costa de Alicante entró en una nueva época, marcada por su situación fronteriza. En el s. XX, artesanos y artistas trasformaron sus calles en todo un mercado al aire libre. Hoy es un destino turístico de referencia.

La gastronomía alicantina es uno de sus mayores patrimonios. Y como no, los arroces son su especialidad. Entre ellos, destacar el arroz a banda, el 'arròs amb fessols i naps' (con judías y nabo), la paella marinera, el caldero o el popular arroz con costra, hecho al horno con huevo y embutido. Todos los platos se hacen con los mejores productos de la huerta y del mar, como buena cocina mediterránea que es. Podemos acompañar con alguno de los excelentes vinos de la región, tanto blancos, como dulces, además de las bebidas espirituosas. Entre la repostería, destacan los helados y los turrones, reconocidos en todo el mundo gracias al trabajo de los artesanos jijonencos.

Por su estratégica situación, la costa de Alicante permite visitas del máximo interés a no más de una hora de coche o autobús. La Ciudad de Las Artes y las Ciencias en Valencia: el Museo Oceanográfico, la Ciudad Submarina y el Museo de las Ciencias. En la misma ciudad, hay que visitar la Plaza del Ayuntamiento, el Mercado Central, la Lonja, la Capilla del Santo Cáliz, la Basílica de los Desamparados y el Museo del Artista Fallero, entre otros.

Hacia el sur, ya en Murcia, destaca el pueblo de Caravaca de la Cruz, y el Museo con su interesante exposición de mantos y trajes.

En Guadalest, visitar los valles cubiertos de naranjos, limoneros y nísperos y la Casa Orduña.

Más cerca, en la propia capital alicantina, podemos visitar el Castillo de Santa Bárbara, El Museo Marq y la Explanada de España.

Si lo que queremos es visitar pueblos preciosos y con encanto, Cullera (que cuenta con un mirador con excelentes vistas) y el valle de Valldigna, Tabernes, Benifarió y Simat, con el Monasterio de Santa María. En la misma provincia de Alicante, también podemos visitar el Castell de Guadalest: su casco antiguo, las ruinas del castillo, el Museo de Orduña o la colección de vehículos históricos. En Altea, su casco antiguo, tranquilo y de gran belleza, la Plaza de la Iglesia y el mirador de la Bahía de Altea.

La magia del interior: el pueblo de Xaló con su cooperativa vinícola. En Benisa, destacan el casco antiguo y la iglesia de la Purísima Xiqueta.

No debemos olvidarnos tampoco de Elche, con sus dos Patrimonios de la Humanidad, el palmeral y la Basílica de Santa María.

Para los amantes de la naturaleza, hay que ir hasta la isla de Tabarca o visitar Terra Natura: una combinación perfecta de naturaleza, cultura, ocio y espectáculo.

Por último, y con ello completamos un recorrido tan largo como apasionante, Orihuela. Visitaremos su casco antiguo, la Catedral y el Museo de su popular Semana Santa